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Dura advertencia de la Iglesia Católica: “Los recortes presupuestarios son signos de muerte”

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El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina habló en el marco de la fiesta del beato Ceferino Namuncurá, hizo un fuerte reclamo por el recorte de los aportes a los centros de prevención y recuperación de adictos y los calificó “verdaderos signos de muerte”. La Homilía de monseñor Marcelo Colombo


 

Arzobispo Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).

 

En una misa celebrada en la localidad de Chimpay (departamento Avellaneda, provincia de Río Negro), el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), arzobispo Marcelo Colombo, aseveró que “una mirada meramente policial y judicial de la problemática de las adicciones nos deja sin herramientas para afrontar este flagelo que deja a generaciones de jóvenes en la frustración y el sinsentido de la vida, además de poner en peligro su salud y la de su familia”.

 

En la misma ocasión el presidente de la CEA calificó como “verdaderos signos de muerte” el recorte de los aportes a los centros de prevención y recuperación de adictos, “así como la omisión y el retardo de las cuotas convenidas para el sostenimiento de los centros que, en condiciones muy precarias, todavía están funcionando”.

 

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Marcelo Colombo reiteró así un pedido similar realizado el pasado 26 de junio, Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, por la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia que depende de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, presidida por el obispo riojano Dante Braida. En esa ocasión el organismo eclesiástico señaló que “frente a un Estado que se va retirando de nuestros espacios más pobres, como Iglesia y junto a otras organizaciones de base, no damos abasto con la demanda de ayuda”. 

Los obispos advirtieron que “nos encontramos, por ejemplo, con escuelas que están atravesadas por el consumo”, que “las fuerzas de seguridad ayudan, pero a veces no alcanza con su presencia actual” porque “los transas balean nuestros lugares supuestamente seguros” mientras “los vecinos se organizan pero hay armas de por medio”. Al respecto Pastoral Social afirmó que “en este escenario no hay paz” entre otros motivos porque “al mismo tiempo, los grandes hospitales públicos, dadas las deficiencias presupuestarias, se están convirtiendo en salas de atención primaria de la salud”.

Ahora, en su intervención pública en la provincia de Río Negro, el arzobispo Colombo puso como ejemplo a Ceferino Namuncurá (1886-1905), el indígena argentino nombrado como beato por la Iglesia Católica el 11 de noviembre de 2007, reconociendo desde entonces a quien desde mucho antes la piedad popular veneraba como “santo”. El presidente del episcopado exaltó “el deseo de servir a la gente” de Namuncurá que se expresaba en su manifestación de “ser útil a mi pueblo”. Por eso, dijo Colombo, “frente a tantos proyectos individualistas, llenos de aspiraciones desmedidas y que poco consideran el valor de los demás y la disponibilidad para ayudar y sostener a los más necesitados y frágiles, la conciencia de ser útil a su pueblo de Ceferino, nos anima”.

 

Y resaltó que “los voluntariados, los servicios de catequesis en barrios y comunidades parroquiales, la caridad concreta de Cáritas argentina en su presencia capilar a lo largo y ancho de la patria, son expresión de ese ‘ser útil a la gente’ que guió la vida de aquel pequeño aborigen que se enamoró de Cristo y quiso vivir su propia entrega al servicio del Señor y del pueblo”.

 

El arzobispo criticó también a las personas que “se disputan los lugares centrales” y “se corren unos a otros para ocupar lugares de privilegio” y pidió “no ponerse en evidencia a partir de falsas importancias humanas, porque siempre habrá motivos para pasar vergüenza si lo que nos divide o separa, o lo que creemos que nos hace más importantes son criterios meramente humanos”. Para Colombo esto que parece ser “una enseñanza sencilla” se da de bruces “con lo que uno ve en los encuentros públicos, en los que hay sillas con nombres y lugares asignados, y la gente de protocolo corriendo, despegando etiquetas y cambiándolas, como si ese lugar fuera la persona misma”. Porque, afirmó el arzobispo, “el lugar que ocupamos debe ser expresión de lo que somos” sin depender “de la importancia de un sitio ni de una mirada que reconoce prestigios humanos, ni de una cámara que premia con un primer plano” concluyó Marcelo Colombo.

 

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